Catorce de febrero.

Pasamos catorce de tus febreros, apuñalandonos con botellas de vino, con palabras y poemas, sangrando y derramando la tibieza de nuestro ser.
La neblina se derramaba sobre el asfalto, se enredaba cálida entre tus botas y jugaba traviesa con mis tobillos.
Las curvas giraban y se repetían y nosotros las seguíamos, buscando el momento perfecto para detenernos.
Me mojabas con el rocío de la madrugada, me dejabas capas ligeras sobre la piel, de tus estrellas, de tu saliva.
Yo seguía tus destellos amarillos, a veces blancos, a veces de luna, a veces la llama roja de tus velas, el humo de tus inciensos.
Nos hicimos sobre la carretera, con lineas blancas, con neblina brumosa, espesante, cariñosa, juguetona. Con la noche fresca, tus manos calientes, tu respiración agitada.
Las luces me cegaban, brillaban en la atmósfera, la noche nos regalo miles de oportunidades, la neblina nos cubrió y nuestras sombras se amaron igual que tu y que yo.

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